Conversaciones imposibles

No sabía por qué pero con ella no podía iniciar la típica conversación banal que uno suele tener al conocer a sus nuevos compañeros de trabajo.
No se conocían. Apenas habían hablado, pero el aire se cortaba entre ellas cada vez que se quedaban a solas.
Siempre había más gente alrededor lo cual ayudaba a que la situación no fuera tan tensa.
Cada semana la jefa de cocina colgaba el horario de trabajo para la semana entrante en el tablero. Me había tocado turno de mañana sábado y domingo. ¡Oh no! Otro fin de semana sin vida social. Depresión. Aunque pensándolo bien casi que era mejor trabajar, así evitaba salir y caer en esa espiral de fiesta y drogas en la que andaba metida desde hacía meses.
Los fines de semana no hay mucho trabajo por lo que sólo somos dos en plantilla. Aquella semana para mí sorpresa me había tocado trabajar a solas con ella. Sentí una punzada en el estómago. Nervios y alegría. No iba a poder salir pero aquella situación me iba a mantener expectante y entretenida.
Sábado 6.30 am
Las primeras horas pasaron rápido. Preparé dos cafés, uno para ella y otro para mí. Nos sonreímos al vernos y poco más. Hay mucho que hacer a primera hora de la mañana.
Marie, (así es como se llama) llevaba una camiseta de manga tres cuartos, con el cuello desbocado hacia el lado derecho. Sus manos eran fuertes, sus brazos bien moldeados. Sus cabellos lisos y lacios le caían de forma divertida en la cara. Alguien me dijo que era artista. Quizás sea escultora pensé. Por un momento le visualicé apretando con rudeza sus manos contra mis pechos. Moldeándolos a su gusto como si de una obra de alfarería se tratara. Quizás por eso no sabía qué decirle, porque desde el primer momento en que la vi empecé a fantasear con ella. Me avergonzaba pensar en que quizás se había dado cuenta de que me gustaba.
Sábado 7.20 am
Mis profecías acerca de la imposibilidad de entablar una conversación de ascensor se cumplieron. No había pasado ni una hora desde que nos habíamos encontrado cara a cara en esa cocina, y ya estábamos hablando sobre literatura, sobre los libros que leíamos en aquél momento. Curiosamente ambas estábamos con ciencia ficción. Marie poesía, y yo novela.
Esa coincidencia nos animó a seguir hablando y a saltar de un tema a otro.
Me contó que su abuela había muerto un año atrás, que le afectó mucho y también como de esa desgracia surgió la idea de hacer un mural de collage de dos metros de alto.
Mis sentidos se dispararon al escuchar la palabra collage, pues yo llevaba obsesionada con el mundo corta pega desde principios de este año.
-¡Me encantan los collage! -De hecho la semana pasada estuve en una exposición.

-Es la exposición que organizaba el colectivo mixpaper?
-Si!
-Ahí es dónde expuse el collage que hice en honor a mi abuela el año pasado.
Mis oídos no podían creer todo aquello. La ficción que días antes había imaginado se había materializado. Me quedé estupefacta, aunque seguí hablando de manera pausada y calma, disimulando mi euforia. Hablamos de los grandes temas de la literatura: la muerte y el amor.
Aquella mañana se escuchaba música en la cocina y nosotras bailamos la melodía que sonaba. Ella, se movía de manera coqueta y se acercaba a mí cuando hablaba. Yo, le cedía siempre el paso cuando nos cruzábamos en la puerta que daba al comedor. Me excitaba ver su cuerpo rodar de una sala a la otra. Había algo de poesía en todo aquello. Una performance erótica y delicada. Exquisita. Aquella mañana no había ni huéspedes en la sala, ni nadie en la recepción. Danzábamos ajenas al resto, entre bandejas de queso y mortadela. Entre café aguado y tazas de cereales, nos confesamos nuestras pasiones y también nuestros miedos. Hubo también largos silencios que no fueron incómodos. Al contrario.
Recogimos la sala, fregamos la cocina, colocamos la cubertería en su lugar, hicimos la caja, anotamos las horas trabajadas en el papel de las horas trabajadas…
Nos despedimos con un hasta pronto. Y una sonrisa de satisfacción en la cara.
Pasé el resto del día visualizando el darle un beso, en ella abalanzando su pequeño y escurridizo cuerpo sobre el mío, dejándonos caer en su cama, en la mía, en el parque. Aquella tarde estuve leyendo acerca de la ley de la atracción.
Esperaba impaciente coincidir con ella otra vez. Descubrir si mis profecías y deseos seguían sucediendo tal y como los había imaginado hasta ahora.

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Astronáutica

Periodista especializada en la creación de contenidos para medios online y en redactar artículos de viajes. En la actualidad con un nuevo proyecto entre manos, una revista digital con sede en Berlín. Más info próximamente!!

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