Es el tercer verano que paso trabajando en Noruega. No hablo noruego. Bueno un poco. En realidad, tres frases contadas. Una, dos y tres.
No tengo intención de quedarme a vivir aquí, de lo contrario ya estaría aprendiendo dicha lengua. I swear to god !
Y tras esta breve exculpación de mi misma. Voy a pasar a la parte crítica y ajena. Ajena a mí, obviamente.
Trabajo en el mercado del pescado de Bergen, uno de los lugares más turísticos de la ciudad. Parada obligatoria para cualquier crucero, también para cualquier turista, incluso el mochilero.
El mercado a día de hoy ya no es lo que fue en sus inicios. Tampoco lo es la ciudad, ni sus gentes. Y es que ha llovido un poco desde 1880. ¿O no?
Pero al parecer Noruega esta llena de nostálgicos, que se dejan caer a menudo por los puestos del mercado para expresar su indignación y tristeza frente a un mercado,según ellos, irreconocible, penoso, caro.
En lo de caro tienen razón porque los precios son abusivos, como también lo es tomarte un café en la plaza de San Marcos en Venecia o una horchata con fartons en la plaza de la Reina en Valencia. Por eso nunca iría ahí. Y en el hipotético caso que fuera, desde luego no lo haría para quejarme y despotricar.
Entonces si a esa indignación con la que ya llegan calentitos al mercado, le sumamos la rabia que les produce que los inmigrantes que trabajamos allí no hablemos su idioma, la mezcla es temeraria. De nivel talibán en adelante. Y eso que yo soy catalana, y el hecho de que se respeten las lenguas de cada país, me toca muy de cerca. Pero lo que no puedo pasar por alto, es que me hablen a gritos. No hay pluralidad lingüística que valga en ese caso.
Y es que los noruegos rabiosos aparecen de la nada y en cualquier momento. No hay que bajar la guardia, como si de una invasión zombie se tratara.
En ocasiones, me hallo en uno de esos momentos del día en los que cuento gamusinos, mientras simulo estar concentrada en mi trabajo, y de repente una cara de bulldog rabioso en frente de mí, me espeta un agresivo: “Snakke du norsk”?!!!
El “zombie” en cuestión, ya sabe la respuesta, es retórica, exhala odio, indignación…
Hasta hace poco mi respuesta,era un avergonzado, vare litt. (Un poco) Pero tras tanto despropósito ya he decidido jugar con ellos.
Ante su snakke du norsk? Mi nueva respuesta es un rotundo, Sí!.
A partir de ahí, los supuestos clientes me explican que es lo que andan buscando. En la mayoría de casos, un pastel de pescado o dos. Otras veces, la conversación se complica porque andan buscando la calle x o quieren saber si vendemos xx producto y ahí es cuando me descubren y yo me quito el delantal de pescadera y me inmolo ante sus miradas de odio.
En fin, no digo que sean mala gente, pero me fastidia que haya sujetos capaces de odiar más de lo que yo soy capaz de odiar en un día cualquiera.